Doscientos años de Bilbao son un cúmulo de maravillas (como la llegada del Ferrocarril en 1863), de múltiples y destructivas guerras (las tres Carlistas del s.XIX, las dos Mundiales o la la Guerra Civil española del s.XX, con el bombardeo a nuestra ciudad), de posteriores necesarias reconstrucciones de la urbe, de cracks financieros, de catástrofes como las inundaciones de 1983 que se llevaron por delante una de nuestras tiendas y de momentos de esplendor sin igual.
Martina de Zuricalday es, ante todo, un ejemplo de resistencia del comercio local frente a las adversidades, de buen hacer, en continuo perfeccionamiento, y de excelencia lograda a través de nuestro trabajo incansable.
Mantener nuestra tradición, espíritu y autenticidad durante casi 200 años tiene un precio, pero el equipo al completo disfrutamos de nuestro trabajo haciendo el esfuerzo. Bollos, pasteles, tartas, macarons, hojaldres, cakes, trufas, financiers, cupcakes... El proceso siempre es el mismo. Nos levantamos cada mañana y empezamos de cero:
1. Elegimos los mejores ingredientes (solo naturales y frescos).
2. Amasamos (con cariño y siguiendo nuestras recetas tradicionales).
3. Horneamos (a fuego lento).
4. Decoramos cada producto (a mano, uno a uno).
Así todos los días, con la ilusión de alegrar a las personas.
Somos fieles a nuestros clientes y amigos. Les cuidamos como ellos nos cuidan a nosotros, desde la cercanía, el tesón y la honestidad, generación tras generación. Somos increíblemente afortunados al formar parte de las ocasiones más importantes en cada una de las etapas de sus vidas, lo cual nos hace querer ser mejores cada día para seguir ofreciéndoles el dulce soñado durante, al menos, otros dos siglos más.
¿No crees que esta filosofía se tiene que notar en tu paladar cuando pruebas cualquier creación de Martina de Zuricalday?